En los últimos años ha aumentado la controversia acerca de los beneficios y perjuicios de comer carne. Esto no solo se relaciona con el crecimiento de la cantidad de personas que llevan dietas vegetarianas, sino que se debe mayormente a publicaciones realizadas en relación a sustancias que reciben los animales durante su crianza y, en el caso de los productos cárnicos procesados, a los aditivos químicos que utiliza la industria alimentaria durante la elaboración.
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El alarmante informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS)
En 2015, la OMS publicó un informe donde declaró que la carne procesada aumentaba el riesgo de desarrollar cáncer colorrectal, debido a la presencia de agentes cancerígenos en su composición.
La carne procesada comprende la carne que ha sido tratada mediante diversas técnicas (salazón, ahumado, curado) para aumentar su vida útil y mejorar su sabor. Se incluyen en este grupo los fiambres y embutidos (salchicha, chorizo, longaniza, mortadela, etc.), la carne enlatada, el picadillo, el paté, el jamón, las hamburguesas congeladas, entre otros.
Por otra parte, la OMS afirmó que las carnes rojas son probablemente cancerígenas si se consumen en exceso. Las carnes rojas son aquellas que provienen de los músculos de la vaca, el cerdo, el cordero, el caballo, o la cabra.
El mito de las hormonas en la crianza de los pollos
El mito de la utilización de hormonas en la crianza de los pollos para acelerar su crecimiento surgió hace varias décadas y es una creencia que está muy extendida en la población. Esto no es real porque resultaría muy costoso y hasta innecesario, ya que las aves tienen un crecimiento muy rápido.
No obstante, la industria avícola es cruel y utilizan otras estrategias, como por ejemplo, mantener una luz encendida permanentemente en los gallineros donde viven los pollos, en condiciones de hacinamiento extremo, para que estas aves coman las 24 horas del día y engorden rápidamente.
Propiedades nutricionales de las carnes
Las carnes son alimentos muy saludables para niños y adultos, principalmente porque son fuentes de proteínas de excelente calidad que aportan todos los aminoácidos esenciales que el organismo no puede sintetizar por sí mismo y resultan fundamentales para la salud.
Las carnes también son fuentes de hierro y zinc, dos minerales relacionados directamente con la función inmune.
El hierro es un componente esencial de la hemoglobina, una proteína presente en los glóbulos rojos que transporta el oxígeno a todos los tejidos del cuerpo, y su carencia produce una enfermedad muy conocida, llamada anemia ferropénica.
El zinc es un mineral clave para mantener la salud cerebral, visual, ósea y reproductiva, entre otras funciones.
Las carnes también aportan vitamina B12 y vitamina B9 (ácido fólico). La primera interviene en la función nerviosa y en el metabolismo de hidratos de carbono, proteínas y grasas, mientras que la segunda es indispensable para el correcto cierre del tubo neural del embrión entre la tercera y la cuarta semana de gestación.
Tanto la vitamina B12 como el ácido fólico participan en la producción de los glóbulos rojos, junto con el hierro.
¿Qué tipos de carnes elegir?
Siempre es conveniente elegir carnes magras, es decir, aquellas que contienen poca grasa (menos de 10 gramos de grasa cada 100 gramos de carne). Ejemplos de carnes magras son el lomo, el peceto (en España se lo denomina redondo) y el solomillo de ternera, la pechuga de pollo o de pavo, el solomillo y la paleta de cerdo, la pata del cordero, entre otros.
Como recomendación general, para reducir el aporte de grasas se debe retirar la grasa visible de la carne antes de la cocción y la piel del pollo y del pavo.
Las carnes procesadas deben ser evitadas si se quiere tener una alimentación saludable. Se aconseja un consumo muy esporádico de estos productos cárnicos por la cantidad de grasas y/o de aditivos químicos que contienen.
¿Con qué frecuencia se recomienda comer carne?
En personas sanas es recomendable que se ingiera carne al menos una vez al día, siguiendo el siguiente esquema:
- Carnes rojas de mamíferos (de res, de cerdo y de cordero): 3 veces por semana
- Carnes de aves (pollo o pavo): 2 veces por semana
- Pescados y mariscos: 2 veces por semana
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